1.3.10

guerras del ciclo

Hay un discurso político-social para cada época. Un modelo que se apertura desde la guerra, artefacto por excelencia para rendir cuentas a Dios o al Diablo desde hace milenios. Foucault solía interrogarse sobre la validez de dicha guerra en las relaciones de poder del mundo. Cómo la guerra frontal e indirecta podía configurarse como el medio que usan los dirigentes del Estado para someter las intenciones reaccionarias-criticas de procesos políticos- de cualquier pueblo. Mientras la población se mantenga vigilada ésta no podrá rebelarse ante el aparato de Poder. A éste tipo de poder que somete incluso a la naturaleza, para contrarrestar “humanidades”, le llamó precisamente bio-poder.


No se trata de abolir discursos de derecha, ultraderecha, izquierda u ultraizquierdas, sino de destruir posibles rebeliones reflexivas que nazcan en el mismo seno del pueblo. Se trata de un derecho que no existe porque quienes ejercen el derecho son los primeros en detentarlo. Existe una impunidad carcomiendo todos los contrapuestos al sistema, y una estrategia de fondo que es en realidad el esquema siguiente: ciudadanos que no desmantelan esas estrategias políticas, -dentro de la diplomacia activa, mítines de turno, declaraciones de programas en los medios de comunicación, opiniones servidas en las conversaciones de calle, que adquieren tintes no objetivos, y crean divisiones evidentes entre los que debaten-. Creo que los gobernantes se mantienen gracias a la legitimización histórica de los discursos que les preceden. Por ello, acabar de una vez con la historia de los conceptos vigentes, para crear otros que vayan en consonancia con un nuevo paradigma, sería lo necesario. Sería desde luego, un inicio radical. Ese doble discurso que aparece en todas partes, dónde garantizamos beneficios y ofrecemos iniquidades en el trayecto, donde nos comportamos como santos de iglesia manchando nuestra credibilidad social de manera pública y notoria. Donde decimos que está mal lo que hace alguien pero no miramos lo que hacemos en nuestro patio. Dónde nos apresuramos a hablar de amor al prójimo pero matamos cualquier intento de conciliación ideológica con aquel que requiere un canal para retroalimentarse. El choque no es fatal siempre. Si tú propones una tesis, siempre, pero siempre habrá una contraposición de parte de los oyentes del auditorio. Reafirmarla constantemente, con miedo a escuchar sus cuestionamientos es negar conocimiento potencial que incluso pueda darle revisión a la teoría planteada. Por ejemplo decir, y por qué no me pregunté aquello? ¿es posible que no haya determinado aquella técnica o esa método? ¿Quizá me equivoqué de clave? ¿se encuentran otras vías para llegar a la luz?


Foucault decía que había que “defender la sociedad” de los diversos ataques vigilantes y represores que nos custodiaban. Yo opino que el estudiante que debate sobre las nociones político-sociales existentes debe hacerse la siguiente pregunta: y como puedo yo defender la sociedad si estoy absorbido por un saber que lleva años nutriéndola legalmente? Esto es precisamente un escenario que no quisiera que se manejara por los discursos que hoy mueven a cientos: el sistema que defiende el capital, y el sistema que defiende la unión de todos los bienes intelectuales y materiales. Ninguno ha demostrado ser mejor que otro en un amplio margen, no, solo han sido proyectos que no han tenido una culminación importante, ya que no han beneficiado a la mayoría, sino a los particulares. A los particulares que ganan poder dentro de dichos sistemas. Por qué, a fin de cuentas, ¿quién no disfruta de una cuota de poder, sea ésta pequeña o grande? La alternativa o quizá respuesta, es alejarnos de los patrones culturales que infunden temor y castran toda posibilidad importante para surgir de las cenizas. Que anulan toda posibilidad para crear otros presupuestos acordes a una naturaleza inmensa y perfecta. Entonces, dejen de preocuparse. No es solo la bomba de Hiroshima el único ejemplo de violencia humana, también lo son aquellos conocimientos que promueven la involución mental. Aquellos discursos de poder que fomentan la pasividad, el dejarse ir a lo efímero, al no cuestionamiento de las políticas habidas, aquellos discursos que evidencian un “no te atrevas a ir más lejos” .Aquellos modelos culturales elaborados para mantenernos distraídos. Todas esas estrategias calculadas meticulosamente para no hacernos verdaderamente libres. Las estructuras de autoridad nos restringen. Nadie posee el dominio de su propia vida. Todos van por la senda vigilados constantemente por el gran stablisment. Estamos en guerra permanente. Nos abalanzamos contra la naturaleza. Contra nosotros y los otros, y lo que hemos creado para sobrevivir. Contra todo eso que creemos que es “civilización”. No la conocemos todavía. Todos buscamos la salvación, la supervivencia. Para concluir hay que colocar lo que dijo Clausewitz: la política es la continuación de la guerra por otros medios. No es necesario el uniforme de soldado para demostrar que estamos en guerra. Estamos en guerra permanente, desde el primer momento en que lloramos cuando nos golpean el culo al nacer.

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